Ascendiendo por la calle Inés de Chemida y junto a una rudimentaria arquería que conforma un bello acueducto llegamos a Santa María La Antigua o San Francisco, uno de los barrios más antiguos de Canarias. Formado por pequeñas casas encaladas, con cubiertas de tejas a dos aguas, puertas y ventanas de tea, unas verdes y otras moradas, calles empedradas llenas de encanto, de paz, de sencillez y armonía. Este enclave histórico artístico sigue conservando su arquitectura tradicional.

El viajero curioso entenderá enseguida que el Barrio de San Francisco es mucho más que un pequeño conglomerado de callejuelas en la ciudad de Telde. San Francisco va dejando caer señales de su historia a los pies de los caminantes. Señales que salen a tu encuentro a hablarte del tiempo pasado. Todo un legado que cuidaron los cronistas y los habitantes del lugar, que guardaron hasta hoy.

Las cruces colocadas a lo largo de un recorrido circular tienen un porqué. Las monteras, los nombres de las calles, son símbolos para recomponer el germen de San Francisco. El barrio de artesanos, antigua judería que habitaron aquellos que trabajaban para la burguesía del cercano San Juan, donde se asentaban los cristianos.

La única entrada con la que contaba originariamente San Francisco se ubica en la calle Carlos E. Navarro. A partir de aquí, el recorrido parece adentrarse en un pequeño viaje atemporal. Te conduce por los callejones nombrados por el poeta Julián Torón. Notas actuales y otras antiguas llevarán al buscador de rincones al punto de encuentro donde se mezclan el presente y el pasado. 

Lugares de interés

Iglesia Conventual de San Francisco

La iglesia Conventual, ubicada en el barrio de San Francisco, es de construcción sencilla, de planta rectangular, posee dos naves, separadas por tres bellos arcos en cantería gris, en cuyo interior podemos apreciar numerosas muestras de arte del más puro estilo barroco destacando tres retablos de piedra policromada que por su sencillez e ingenuidad hacen las delicias de cuantas personas llegan a este lugar. Destacando un bellísimo Cristo de la Agonía, obra de origen sevillano, traído hasta esta ciudad en los albores del siglo XVII, y una pequeña talla que representa a San Francisco de Asís y cuya paternidad permanece aún oculta

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Plaza de San Francisco

Rincón incomparable de arquitectura y urbanismo canario, plaza  de trazado cuadrangular con una pequeña fuente en el centro, hay que significar una edificación de planta cuadrada, que se cubre con un tejado a cuatro aguas, que a modo de ermita daba cobijo a las esculturas que representaban la Pasión y Muerte de Cristo, de ahí que se llame el Calvario, en su fachada podemos observar los huecos de cantería que servían de limosneros.

Vía Crucis

En diversas calles de San Francisco, adosadas a la fachada de las viviendas se encuentra un número considerable de cruces de madera de tea, pintada o barnizada de la época en que existía el Convento en señal de las estaciones de los Vía Crucis, celebrada por los franciscanos por las calles.

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Yacimiento El Bailadero

Yacimiento colindante a la hacienda Castillo Olivares, excavado en el promontorio que forma parte del barrio de San Francisco, tratándose de un lugar de vivienda y culto o almogarén de el Baladero, formado por numerosas cuevas además de cazoletas y canales que los primitivos habitantes de Telde utilizaban rindiendo culto a la fertilidad.

Acueducto de San Francisco

A finales del S. XIX. La Ciudad de Telde experimentó un auge económico importante gracias a u producción agraria, por ello se hizo necesaria construir ingenios hidráulicos que llevaran el agua allí donde se necesitara. aparece así el regadío, y su extensión hace que se construyan acueductos como el de San Francisco, formado por una serie de arcos sustentados con gruesas columnas, todo realizado en toba volcánica.

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El Calvarito

Pequeña edificación de planta cuadrada, rematada en tejado a cuatro aguas, a modo de ermita daba cobijo a las esculturas que representaban la Pasión y Muerte de Cristo, de ahí su nombre el Calvario o Calvarito. en la fachada se puede apreciar dos huecos tallados en cantería que servían de limosneros, donde los feligreses depositaban sus diezmos ya fuesen en especies o en dinero.

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